Antes
¿Quién va a Cuba? La exploración previa dio como resultado que el viajerito sólo no podría, esta vez, con la carga de la mochila y la vida enclenque. Polytropos de muchas mañas acompaña esta pequeña odisea burguesa. Me voy (nos vamos tesoro) a Cuba de la revolución ¿traicionada?. Al corazón del estado-máquina-de-matar-procesos, al último paraíso stalinista. Años apilados en las estanterías del deseo para llegar a una Cuba que huele a podrido desde lejos. Me pregunto mientras viajo hacia la isla del son y el ron si triunfará la mirada ingenua y positiva del viajerito, que en las cosas ve la luz; o el cínico destello de sombras en las pupilas mi yo politrópico.
Le tengo poco amor a las cárceles, sobre todo si es un país entero. Este es el ánimo con el que saludo desde el aire a Fidel, mientras llego. Ojalá que la revolución haya dejado en pie al hombre en Cuba. Al nuevo o al viejo, al hombre y la mujer vivos. El paraíso caribeño se vende en la web y los relatos de amigos viajados, como un gran prostíbulo para eurodólares, la isla esquizoide en la cual hablar con un cubano entraña la sospecha de querer sacarlo de la isla; o que te quieran vender algo, que no puedas trazar vínculos humanos porque su KGB de juguete acecha en interrogatorios. ¿Cuántas cosas se podrán hacer y cuantas no en Cuba?
Un país en el cual alquilar una pieza cueste 15 euros por noche mientras el pueblo gasta apenas 1 o 2 para comer al mes no parece muy justo a priori. ¿Tiene sentido construir discursos sobre la patria latinoamericana al tiempo que impedimos a los pobres del sur visitar la isla si no es con visa de 30 euros, pasaje a costo Europa y un trato como si fuera uno gringo?
Leyendo Las Enseñanzas de Don Juan de Castaneda (y escuchando la renga) me encuentro a Don Juan que dice: “ Para mi sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Por ahí yo recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo. Y por ahí yo recorro mirando, mirando sin aliento”. No se pueden recorrer caminos sin corazón, terminan comiendo el propio. Las sombras tragan luz. ¿tienen corazón los caminos que me llevan a Cuba?.
¿Quién va a Cuba? La exploración previa dio como resultado que el viajerito sólo no podría, esta vez, con la carga de la mochila y la vida enclenque. Polytropos de muchas mañas acompaña esta pequeña odisea burguesa. Me voy (nos vamos tesoro) a Cuba de la revolución ¿traicionada?. Al corazón del estado-máquina-de-matar-procesos, al último paraíso stalinista. Años apilados en las estanterías del deseo para llegar a una Cuba que huele a podrido desde lejos. Me pregunto mientras viajo hacia la isla del son y el ron si triunfará la mirada ingenua y positiva del viajerito, que en las cosas ve la luz; o el cínico destello de sombras en las pupilas mi yo politrópico.
Le tengo poco amor a las cárceles, sobre todo si es un país entero. Este es el ánimo con el que saludo desde el aire a Fidel, mientras llego. Ojalá que la revolución haya dejado en pie al hombre en Cuba. Al nuevo o al viejo, al hombre y la mujer vivos. El paraíso caribeño se vende en la web y los relatos de amigos viajados, como un gran prostíbulo para eurodólares, la isla esquizoide en la cual hablar con un cubano entraña la sospecha de querer sacarlo de la isla; o que te quieran vender algo, que no puedas trazar vínculos humanos porque su KGB de juguete acecha en interrogatorios. ¿Cuántas cosas se podrán hacer y cuantas no en Cuba?
Un país en el cual alquilar una pieza cueste 15 euros por noche mientras el pueblo gasta apenas 1 o 2 para comer al mes no parece muy justo a priori. ¿Tiene sentido construir discursos sobre la patria latinoamericana al tiempo que impedimos a los pobres del sur visitar la isla si no es con visa de 30 euros, pasaje a costo Europa y un trato como si fuera uno gringo?
Leyendo Las Enseñanzas de Don Juan de Castaneda (y escuchando la renga) me encuentro a Don Juan que dice: “ Para mi sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Por ahí yo recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo. Y por ahí yo recorro mirando, mirando sin aliento”. No se pueden recorrer caminos sin corazón, terminan comiendo el propio. Las sombras tragan luz. ¿tienen corazón los caminos que me llevan a Cuba?.
1 comentario:
Buenísimo el relato (bah, apabullante) y las fotos.
A la mierda todo
Edgardo L.
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