Recordar Alberdi –para el viajerito- es un domingo de sol caminando por la costanera del río mientras mira, el viajerito, la arquitectura majestuosa de la vieja usina de Epec remodelada en recitalero-bailantero; un soleado día de recreo en las márgenes del Suquía después de la chupina del Manuel Belgrano, del Pío X, del Sarmiento, Mariano Moreno o cualquiera de los 100 colegios que tiene Alberdi.
En el corazón del viajerito, este barrio son las frías mañanas en la cola de atención al público del Hospital Nacional de Clínicas, casa de revueltas en un barrio de insubordinados: estudiantes, inmigrantes, ladrones y enamorados. Son las cientos de noches que volvió por la Colón arriba –el viajerito- esquivando charcos para no despertar jamás de la última conquista perdida, de la noche eterna de los felices con nada, frenando al sol con una mano, mientras que con la otra se tapaba los ojos.
Generoso Alberdi que en su pecho alberga a Villa Páez y barrio Marechal, la plaza Jerónimo del Barco y la florida plaza Colón, las usinas de Epec y la Cervecería Córdoba, robada a los obreros y vaciada de dignidad. Enorme Alberdi en el que conviven el Hospital de Clínicas y la Maternidad Universitaria, el Registro Civil y la escuela Alejandro Carbó, el Estadio del Centro y la Central de Policía, para beneficio y seguridad de la población. Fértil Alberdi que recibe inmigrantes del interior, estudiantes provincianos en busca del sueño del titulo de “dotor”, hermanos bolivianos tras el dólar/dolor, paraguayos, mendocinos, peruanos, argentinos.
Pensar Alberdi –para el viajerito- son las corridas por Pedro Chutro, a través del centro del barrio, huyendo del posible asalto, de la redada policial tras el partido, de la noche fría. Es el ensueño del pasaje aguaducho o el de la reforma, especie de San Telmo inexplotado donde duerme una Córdoba glamorosa aun en manos del pobrerío; con las pocas calles de empedrado que subsisten en la ciudad.
En el paladar del viajerito, Alberdi es la casa de venta de objetos usados que en cada cuadra aparece, la verdulería, el kiosquito de supervivencia, los mil negocios que viven del barrio y de los que el barrio vive. Venta de garrafas, de carbón, de ropa usada, de muebles viejos, tres cajones de fruta y una verdurita, la bicicleteria, Mr Pollo, Lito, Mi Sueño o La Buena Onda. Alberdi, barrio que todo tiene, que no precisa del centro para tomar existencia propia.
La casa de los muertos
Cuando los muertos y los vivos se juntan a charlar es domingo en Alberdi, porque en el cementerio los muertos juntan las flores que se le caen a los vivos, de visita por allí. O le hacen barra a los pibes que en el parque que rodea al camposanto, juegan a que juegan al fútbol, en el medio de la tierra sin pasto que aun no fue abonada con el alma de los que se fueron. Hay quien pasea su perro cerca del cementerio, hay quien pasea su dolor, hay quien visita a alguien que hace mucho ya se fue. Hay quien espera a la noche para tratar de robarle una placa de bronce a esa tumba que esta ahí, y así poder comer mañana. Y los niños que pasean por allí, en compañía de los grandes, en ramilletes tras una pelota, tratando de subir a un árbol flaco, mirando la luna, papando moscas.
Sufrir es gozar
Si se piensa en la Córdoba-fútbol viene rápido el nombre de Belgrano a la boca, y la imagen del sufridor conjunto de Alberdi construye una historia de clásicos, varios títulos locales, algunas alegrías en la “A” y miles de litros de sangre, sudor y lágrimas. Hoy la manzana de Alberdi en la que duerme el gigante luce las altas paredes del estadio decorada con pintadas y leyendas, y el club pelea un imposible ascenso a la primera división, mientras navega junto a la mayoría de los clubes de Córdoba el Nacional “B”. Pero esa tarde de sábado en la que el viajerito paseaba por Zanni y Colón, o por Chutro y La Rioja, el aullido de la popular saludó al mundo y el grito rebotó en cada rincón de Alberdi, como mil otras veces, para decir que ese día el fútbol mandaba en la región.
El viajerito, enviado especial a cualquier parte del mundo - Para KJ y la red de medios amigos (c) nuncamas.