Si la tristeza tiene nombre, apellido y cargo, la felicidad –cree el viajerito- viene dada por los fortuitos encuentros que nos salvan en la oscura noche, del hambre y la lluvia; en cualquier lugar del mundo y con cualquiera –al menos aparentemente-. La apatía de la ciudad y nuestro ritmo desquiciado en ella no nos permite, a menudo, sentir el viento fresco del encuentro con el otro desconocido y anónimo, con el humano perfecto, sutil y banal. Pero en viaje –recuerda el viajero sensaciones- el otro es uno mismo y la unión con los hombres y mujeres en la ruta es una estrategia al tiempo que un placer, y una necesidad.
Recuerda, el viajerito, casos y cosas en las cuales extendió la mano para que otro pudiera salir de un país, durmió en una cama gracias a la buena voluntad de una mujer que jugó su papel de anfitriona y protectora, se encontró a resguardo de la lluvia en una casa de chapa por unos pocos pesos sensatos y logró, con esfuerzo y voluntad, armar una comida para todos con los pocos pesos que logró juntar entre los pocos que ponían.
Y el recuerdo en carne viva se hacer carne en el viajero que suma nombres de esos amigos circunstanciales que una noche o 15 días, compartieron la vida con el, por puro placer y sin costo. Hermanos chilenos corriendo la sal y la gota gorda en Uyuni, cubanos bellos desafiando a dios-fidel dando un techo prohibido, españoles de paso por la nueva Andalucía, y andaluces alojando la pobreza viajera en algún poblete peninsular. Luces que no perecen porque ya iluminaron la noche densa, cuando el camino se hacia amenaza y la felicidad no alcanzaba para sub-vivir.
A la vuelta de algunas cosas (perdido entre senderos) sabe, el viajerito, que esas fugases amistades a veces tienen más fuerza vital que las cotidianas –tal vez por la distancia-. Resultan lucecitas que alumbran la marcha “por este valle de sombras” y por eso construye –el viajerito- el recuerdo del viaje con esas luces, algunas sombras de mapas, vagos recuerdos y sensaciones difusas, inútiles que con el paso del tiempo, se evaporan.
Recuerda, el viajerito, casos y cosas en las cuales extendió la mano para que otro pudiera salir de un país, durmió en una cama gracias a la buena voluntad de una mujer que jugó su papel de anfitriona y protectora, se encontró a resguardo de la lluvia en una casa de chapa por unos pocos pesos sensatos y logró, con esfuerzo y voluntad, armar una comida para todos con los pocos pesos que logró juntar entre los pocos que ponían.
Y el recuerdo en carne viva se hacer carne en el viajero que suma nombres de esos amigos circunstanciales que una noche o 15 días, compartieron la vida con el, por puro placer y sin costo. Hermanos chilenos corriendo la sal y la gota gorda en Uyuni, cubanos bellos desafiando a dios-fidel dando un techo prohibido, españoles de paso por la nueva Andalucía, y andaluces alojando la pobreza viajera en algún poblete peninsular. Luces que no perecen porque ya iluminaron la noche densa, cuando el camino se hacia amenaza y la felicidad no alcanzaba para sub-vivir.
A la vuelta de algunas cosas (perdido entre senderos) sabe, el viajerito, que esas fugases amistades a veces tienen más fuerza vital que las cotidianas –tal vez por la distancia-. Resultan lucecitas que alumbran la marcha “por este valle de sombras” y por eso construye –el viajerito- el recuerdo del viaje con esas luces, algunas sombras de mapas, vagos recuerdos y sensaciones difusas, inútiles que con el paso del tiempo, se evaporan.
4 comentarios:
Qué lindo. Qué bueno que actualizaste, viajerito.
che colgate de nuevo la dire de cordobarol que yo entro por tu blog porque en el mío el link está roto, te dejo beso viajerito
...y se transforma en lagrima y rueda pero ya no de tristeza, por recuerdos y por el presente que sigue abriendome los brazos sin maltratarme tanto...
y si es asi, senti tu abrazo
Susana
identificacion al mango en los encuentros viajeros.
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